La puta rubia Jenni solía ser toda una estrella de la polla, pero entonces empezó a dejar que eso afectara a su ego. En cuestión de meses duplicó el tamaño de sus tetas (con feas cicatrices bajo cada una de ellas) y empezó a decir que no a los tíos que le ponían la polla en la cara. La regla número uno para que a una mujer le vaya bien en el mundo es no decir nunca jamás que no a alguien con polla. Jenni lo aprendió por las malas.